Del Honor Militar a la Estabilidad Nacional: Una Deuda con la Fuerza Pública y un Compromiso con la Nación

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El Juramento que Nos Une

Gente de mi tierra, gente humilde y valiente de Colombia. Hoy, ante ustedes, no se para un político. Se para un soldado. Un servidor. Un hombre que, como muchos de ustedes, ha caminado sobre el barro, ha sentido el frío del amanecer en la montaña, y ha visto en el horizonte la esperanza de una Colombia justa.

​Hoy, ante el desafío más grande de mi vida, me pongo de nuevo la camiseta, pero esta vez, la camiseta de la esperanza. Tomo la bandera, no solo la que juré defender con mi vida, sino la que cada campesino levanta al amanecer, con el sudor y el coraje que siembran nuestra tierra. Emprendo esta travesía al Senado de la República no por ambición, sino por una profunda, una desgarradora convicción: la de que los olvidados de esta nación merecen ser recordados y honrados. Es la hora de la Dignidad.

​La Trinchera del Honor y la Dignidad

​Muchos me conocen. Me conocen por las cicatrices que no se ven, por los campos que recorrí, por las botas gastadas que pisé en el rincón más olvidado de este país. Yo soy un soldado colombiano.

​Durante años, mantuvimos la firmeza en la trinchera. Fuimos la luz en la oscuridad, la delgada línea azul y verde que separó la vida de la barbarie. No preguntamos si la paga era justa, si la noche era muy fría o si el Estado nos recordaría. Simplemente cumplimos con Honor.

​Pero, ¿dónde está el Honor de la Nación cuando ignora a sus héroes? ¿Dónde está el Respeto cuando a los Reservistas y Veteranos, que lo dieron todo, que dejaron un pedazo de su cuerpo o de su alma en servicio, se les paga con el silencio y el abandono?

​¡No más abandono! ¡Eso es una deuda que Colombia no puede seguir ignorando!

​Para la Policía Nacional, que soporta el peso de la ley y el orden en cada esquina, en cada barrio, en cada pueblo: ¡No más trato indigno! Ustedes son nuestros guardianes, y su familia merece el Respeto de esta nación.

​Para los que están en servicio, nuestros soldados y policías, hombres y mujeres de honor: Les prometo que su voz, su sacrificio y el valor de su sangre derramada no serán en vano. Llegó la hora de que Colombia escuche a sus héroes.

​La Trinchera de la Tierra y el Diálogo

​Y lo mismo ocurre con ustedes, la gente humilde de Colombia. Ustedes son la otra trinchera de esta nación: la trinchera de la supervivencia honesta, del trabajo que madruga y no protesta.

​Me refiero a la Colombia que se levanta sin esperar reconocimiento. Al cultivador de papa y cebolla, que siente el frío del altiplano; a los recolectores de café y flores, que perfuman el mundo con el fruto de su esfuerzo; al llanero, con su coraje indomable; al minero honesto, que extrae la riqueza; y al artesano, que teje nuestra identidad.

​Y mi corazón y mi voz están con los pueblos ancestrales: con la población indígena, guardiana de nuestra historia, y con la comunidad afrocolombiana, que ha luchado por su libertad y dignidad desde el primer día. Ustedes son la memoria viva de esta nación, y han sido olvidados demasiado tiempo.

​También honramos la labor diaria, la que sostiene nuestra sociedad: La tenacidad de los vigilantes que cuidan nuestros sueños; el esfuerzo de los panaderos que madrugan; la entrega silenciosa de las amas de casa y las empleadas domésticas, cuyo trabajo es la base de todo.

​Y elevo mi voz por quienes sirven sin uniforme de camuflado: por el trabajador informal, que se rebusca la vida con dignidad en cada esquina; por el Ejército de Enfermería que lucha por la vida en nuestros hospitales; y por los miles de voluntarios que entregan su tiempo sin esperar sueldo.

​Ustedes, todos, son la fuerza vital. Compartimos el mismo código de Honor: la berraquera para no rendirnos. El militar lucha por la soberanía; el pueblo, en sus múltiples y dignos oficios, lucha por alimentar esa soberanía. Ambos somos la columna vertebral de este país, y a ambos se nos ha olvidado.

​Por eso, nuestro movimiento no es solo un partido: es un Juramento. Es un pacto por la Unión.

​Hago un llamado al Diálogo Nacional:

​A los Reservistas y Veteranos: Unámonos para exigir el reconocimiento y los derechos que ganamos con sangre.

​A las familias de nuestros héroes: Unámonos para garantizarles la seguridad y el futuro que merecen.

​A los pueblos indígenas y afrocolombianos, y a cada trabajador, formal e informal, que construye esta nación: Unámonos para defender la dignidad de nuestra historia y de cada oficio, sin intermediarios que les roben el fruto de su esfuerzo.

​Soldados, policías, reservistas, veteranos, familias, y cada trabajador colombiano: somos la misma fuerza. De la trinchera del combate a la trinchera del trabajo, merecemos el mismo Respeto. Es hora de que el Estado nos vea y nos escuche.

​Un Capítulo Escrito con el Corazón

​No tengo la maquinaria de los de siempre, ni el dinero que corrompe la política. Pero tengo algo que vale más que todos sus millones: tengo el coraje, la convicción y la esperanza que ustedes, el pueblo, me han entregado.

​Esta no es una elección, es un llamado a la acción. Es hora de un cambio verdadero, un cambio profundo, que nazca de la Dignidad y el Respeto por el que cumple su deber.

​Los invito a que me ayuden a hacer historia. Voten por la berraquera, voten por el coraje, voten por la voz que viene de la trinchera y del campo. Vamos a empezar a escribir un nuevo y glorioso capítulo, un capítulo escrito con el sudor del trabajo honesto y la firmeza del uniforme.

​¡Que Dios bendiga a Colombia y que la lucha por la Dignidad nos encuentre Unidos!


Sargento Héctor G Bernal

Veterano de la Fuerza Pública

Candidato al Senado de la República